¿Qué por qué estoy enamorada de Risaralda?
Pues…
Por los mangos y las piñas;
por el kumis con almojábana,
por los pandeyucas y el chontaduro;
por los chorizos, las arepas y la lulada;
Por el café con buñuelo,
por las guamas y los zapotes;
por los bananos, los sorbetes y la guanábana;
por el rollo rosado, la paleta de agua y el sancocho de gallina enterrada;
Por las orquídeas entre los guadales;
por los guayacanes y los Urapanes;
por la veraneras, el jazmín de olor, y los cafetales.
Por las chapoleras y las tejedoras de seda; Por las costureras y por las artesanas;
por los que ya se fueron y no volvieron,
y por los que todavía nos acompañan;
Por los trapiches y las moliendas;
por el sirope, por el guarapo;
por la melcocha, por la panela,
el arequipe y las cocadas;
Por la bangsia del Tatamá,
por el petirojo y el barranquero;
por las loras, las guacamayas,
el siriri y el tominejo.
Por el pasillo, por el bambuco, por el baile del sopinguero;
por el de la caña, por el del machete
y también por el bolero;
Por los páramos, por los ríos, por las aves del cerro batero;
por los bosques,
por el nudo y el cucarachero
Por las risas, por los cantos; por los olores y los colores
y por las nubes anaranjadas que en las tardes
Adornan el cielo con arreboles.
Venga a Risaralda venga yo lo invito
Venga y nos tomamos un “algo parviao” con un chocolate, un “pintao” o un tintico