Gran Cruz de Risaralda, grado Orquídea,


 

El pasado primero de febrero, el gobernador del departamento de Risaralda (Colombia), Sigifredo Salazar Osorio, me impuso la medalla Gran Cruz de Risaralda, grado Orquídea, la máxima condecoración que se le puede dar a una mujer en mi departamento. Recibí esta distinción a nombre de todas nosotras. Aquí les comparto mis palabras:

 

Señor gobernador, amigos todos:

Para mi es un honor recibir de sus manos  la medalla Gran Cruz de Risaralda, grado Orquídea, un reconocimiento que me llena de orgullo y que recibo no solo en mi nombre sino también en nombre de mi mamá, una mujer que, al igual que su esposa, señor gobernador, desde la prudencia participó, aconsejó y apoyó al esposo y al hombre público.

La recibo en nombre de las mujeres de las generaciones anteriores, que allanaron el camino para que las mujeres de la mía pudiéramos tener cédula, voto, título universitario, ocupar cargos públicos y que de mil maneras diferentes contribuyeron a que yo hoy esté aquí parada frente a ustedes recibiendo esta medalla.

La recibo, también, en nombre de las generaciones venideras. De mis hijas y de las mujeres como ellas, inteligentes, preparadas, recursivas y multifacéticas, que con su tesón y conocimientos aportan todos los días a la construcción de un Risaralda grande y próspero.

La recibo, asimismo,  a nombre de la campesina que en 1966 se apareció en la puerta de la Oficina Pro-Risaralda en la Plaza de Bolívar y le entregó a don Gonzalo Vallejo-  líder cívico de la gesta separatista-  la suma de dos pesos como su aporte al proyecto;  a nombre de todas las campesinas como ella que aún hoy se levantan con el sol y alimentan a docenas de trabajadores después de coger café, desgranar fríjol y moler maíz; de las mujeres que se levantan todos los días a juntar carbón y asar las arepas que venden en las calles para sostener a sus familias; de las tejedoras de ideas y de sueños;  de las costureras de camisas que trabajan en las fábricas pegando botones a prendas que jamás llevarán su nombre en la marquilla; de las maestras,  como yo, formadoras de hombres y mujeres pujantes y emprendedores, líderes en el desarrollo de la región y del país; de las madres que se quedan en casa y laboran en la sombra cuidando a sus hijos sin pago y a veces sin gratitud. La recibo, señor gobernador, en nombre de todas las mujeres silenciosas y silenciadas que dedican sus vidas a los oficios invisibles pero que son la columna vertebral de este departamento, de esta sociedad.

Y por último señor gobernador,  este reconocimiento lo recibo en nombre de las mujeres de su gabinete y de todas las mujeres que lo acompañan en la gobernación. Ellas son un recurso invaluable en su gobierno, co-partícipes del desarrollo de nuestro querido departamento.

Gracias, mil gracias señor gobernador, por reconocer y valorar el civismo, la autonomía, la libertad y la tesón que nos hace únicas.  Puede usted contar con que seguiré trabajando para que su nieta y mis nietos, y para que todos los niños risaraldenses, crezcan en un territorio lleno de oportunidades.