No siempre es fácil darnos gusto porque no tenemos el tiempo, porque lo de los demás está primero, porque no sabemos qué queremos, en fin mil y mil excusas se atraviesan en nuestro camino. Pues bien, este año decidí que darme gusto era tan importante como comer o ir donde el médico pues por todos es sabido, que cuando nos sentimos bien emocionalmente, impregnamos todo nuestro cuerpo de ese sentimiento y trabajamos mejor, nos relacionamos mejor o sea que VIVIMOS MEJOR. Dicho lo anterior, les cuento lo que he hecho para darme gusto:
-Salí con mi esposo a comer helado
-Fui a visitar un sitio nuevo en la ciudad y Marisa, una experta en reflexoterapia, me hizo un masaje SUBLIME en mis pies, creo que más bien debería llamarse relaxoterapia pues durante una hora apagué “el pienso que…”
– Escribí poesías (aunque no rimaran) con y para mis nietos
– Puse bananos en mi jardín y me senté con mi esposo a ver comer los pájaros.
– Salí a caminar a las 5 y media de la mañana y disfruté del “despertar del día”
– Estuve con mi amiga Gladys almorzando en un lindo restaurante del centro de la ciudad.
– Estuve viendo una película en 3D con mi nieto de 5 años.
– Grabé en un CD mis canciones favoritas ( las más alegres) y cada que estoy sola, para no perturbar a nadie con mi “dasafinamiento”, si ya sé que no se dice así , canto “a todo volumen”.
– Mi hija Pilar me hizo la manicure y me pintó las uñas de ROOJOO.
– Conversé por Skype durante media hora con mi nieto de un año.
– Leí y re-leí las fabulas de Rafael Pombo.
-Redescubrí el refrescante sabor del salpicón. Para quienes no conocen el término, es una ensalada de fruta picada en trozos pequeños y bañada con jugo de naranja y papaya. Se sirve en un vaso con mucho hielo y se come con cuchara.
Anímense, dense gusto.